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Por Grijalviux
No es en si la defensa de una institución, no es ni siquiera el antiguo IFE o lo que hoy represente el INE ¿Futuro INEC? Así como a los ciudadanos de este país no les está importando quién o quiénes están convocando ni quienes se sumen o enarbolen como bandera la defensa de algo tan legítimo como lo es nuestro legado democrático (imperfecto, sí, pero perfectible. Siempre ha sido esa la ruta) que tanto nos ha costado en todos los sentidos, al presidente de México no le preocupa, en lo absoluto, que en la gran marcha del domingo 13 de noviembre hayan participado 100 mil, 300 mil, medio millón o un millón de almas, total que eso es algo accesorio que depende mucho del color del cristal con que se mira.
Lo que de veras le debe de estar si acaso inquietando a Andrés Manuel López Obrador es saber de dónde realmente se nutrieron esos continges porque si de algo hay evidencia sobrada es que los partidos políticos de oposición y los grupos de poder económico en pugna abierta y constante contra el tabasqueño, nunca han gozado de semejante capacidad de convocatoria. Si lo sabrá Amlo, frente al buen juicio, frente a la razón, frente a la inteligencia, no hay poder político ni económico que mueva a tanta gente.
Después de ver los ríos de gentes que sólo él era capaz de desbordar en las principales avenidas de la capital de la república, López Obrador podría haber pensado también en los cadáveres insepultos, huerfanos y desplazados políticos de la 4T que, a lo largo de estos cuatro años, ha ido dejando en el camino porque, el enemigo implacable del conservadurismo, el líder alérgico al neoliberalismo, prefirió abrazar una alianza gubernamental de facto, cuasi suicida, con ciertos grupos del más rancio priismo como el que encabeza Adán López, su secretario de Gobernación, al que perfila como posible sucesor, pasando por encima de luchadores sociales e integrantes de movimientos populares que lo llevaron a la silla del águila en Palacio Nacional.
Estará Amlo si acaso algo preocupado nunca ocupado, tratando de entender la irá, el resentimiento social, la frustración de una amplia franja de seguidores y políticos fundadores de su movimiento que han preferido hacerse a un lado, pero luchando siempre en paralelo y con firmeza, por respeto a sus ideales y principios, antes que cohabitar con el adversario acérrimo que ha saltado y asaltado sus filas. Y desde luego que tampoco habría de soslayar el tepetiteco, allá en sus más profundos insomnios, el robustecimiento de la disidencia morenista luego de que el 30 y 31 de agosto se atestiguara "un espectáculo lamentable de asalto a Morena por mapaches y chapulines", John Ackerman dixit, precisamente durante las elecciones internas de Morena.
Y así como al presidente Andrés Manuel López Obrador no le está importando mucho la reputación, la cuestionada fama pública de ciertos actores políticos de viejo cuño que a lo largo de estos casi cuatro años se han ido incorporando a su autodenominado proyecto de la cuarta transformación, los ciudadanos de este país tampoco se detienen a mirar quién o quiénes son los que están detrás de la convocatoria ni quienes se sumen o enarbolen como bandera la defensa de algo tan legítimo como lo es nuestro legado democrático. No es el IFE ni siquiera el INE, en todo caso el INEC de la reforma electoral que está planteando Amlo -por cierto, no del todo cuestionable- se parecería más al viejo IFE.
Para el domingo 27 de noviembre, previo a su IV Informe respaldado por la multitud, el presidente de México ha convocado a una contramarcha que será como una especie de pase de lista, de pase de revista a la tropa que va quedando pese a las trampas a la democracia interna morenista y dará la bienvenida a las huestes mercenarias del priismo de viejo cuño, incluso de aquellos que le persiguieron y le denostaron a rabiar.
Sin duda que, como todo en la vida, siempre habrá un antes y un despues. Se notará la diferencia porque antes el mérito era que las masas iban por convicción, se movían con sus propios recursos y sin presupuestos de por medio.
Cierro la entrega con un fragmento de Maquiavelo (El Principe): "Si un príncipe apoya su Estado con tropas mercenarias, no estará firme ni seguro nunca, porque ellas carecen de unión, son ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos, y cobardes contra los enemigos (...) Si uno, con semejantes tropas, no queda vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataque. En tiempo de paz te pillan ellas; y en el de guerra dejan que te despojen los enemigos.
Así "Los capitanes mercenarios o son hombres de mérito o no lo son, pero no se puede confiar en ellos ya que siempre tratarán de aumentar su grandeza, ya sea oprimiendo a algunos en contra de la voluntad del príncipe o bien tratando de oprimir al propio príncipe".
En ese mismo tono, César Morales Oyavirde (Nexos 08/16/2017), nos comparte: "Para Maquiavelo, los soldados mercenarios eran tan inútiles y peligrosos que, por defenderse con ellos, Italia fue conquistada por el rey de Francia usando sólo “un pedazo de tiza”.1 En política, el uso de estas tropas no es menos peligroso: sus desmanes pueden acabar con la reputación de un líder o el trabajo de un partido con sólo unos minutos de video. Por eso resulta tan sorprendente que Morena, el partido liderado por Andrés Manuel López Obrador, sea tan firme en su “política de puertas abiertas” hacia líderes y militantes provenientes de otras organizaciones que, como los antiguos mercenarios, pueden tener trayectorias o conductas cuestionables (Morena, Maquiavelo y los mercenarios).
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