Tu voz es un murmullo perpetuo que, en el trayecto al encuentro amoroso con la mar, nunca había ido más allá de tus márgenes invadidas por la irracionalidad. Sabía que el reclamo, justo por cierto, de tu territorio original algún día llegaría de manera natural —¿Te acuerdas de lo que hizo tu hermano Coatán en Chiapas?—, pero jamás preví que tu caudal sería también usado para que la barbarie, tan atroz como la conquista misma que entró por tus aguas, nos alcanzara hacia finales de aquel fatídico 2007.
Por tus venas corre silenciosa y lastimera la verdad de agravios tan marcados, como aquel del cacique Taabscoob que en un principio te heredó y te condenó a la penitencia de su nombre (Taabscoob significa: fuimos juzgados o engañados), o el del mismo expedicionario español que, a fuego y sangre derramada en tu lecho, impuso el suyo.
De nada tienes tú la culpa, adorado río, ni siquiera de llamarte Grijalva, por eso hoy te rindo homenaje en estas horas aciagas que la patria necesita que tu verdad (silenciosa y lastimera) emerja de vuestro pensamiento, pero EN VOZ ALTA.
El desafío a la naturaleza en aras de la modernidad
San Juan Bautista, hoy Villahermosa… Y poco a poco la irracionalidad se hizo mancha urbana, hasta copar las márgenes naturales y cauces de alivio del legendario río ¿Por qué establecer la capital tabasqueña precisamente a orillas del Grijalva? ¿Capricho o necesidad histórica? Lo que sea, el caso es que nos seguirá causando fuertes dolores de cabeza.
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